Todo En todas partes Al mismo tiempo fue la gran ganadora de los Oscar 2023. Ganó 7 de los 11 premios a los que estaba nominada, incluyendo mejor película, mejor director, mejor actriz principal, mejor actor y actriz de reparto, mejor guión original y mejor montaje.
La película de Daniel Kwan y Daniel Scheinert ya había ganado el galardón a mejor guión original en la 75 edición de los premios del Sindicato de Guionistas, arrasó en los Premios Sprit de cine independiente, y se quedó con los premios a mejor actriz protagonista y de reparto en los SAG.
Pero Todo En todas partes Al mismo tiempo no sólo ha sido un éxito de crítica, también ha sido todo un fenómeno en taquilla.
A pesar de ser una producción original y de haberse estrenado en medio de una pandemia, la cinta ha recaudado más de $100 millones de dólares en todo el mundo con un presupuesto de apenas $15 millones.
En una época en la que cada una de las cintas del Universo Cinematográfico de Marvel y películas como Avatar necesitan generar miles de millones para ser consideradas exitosas, y en la que películas de bajo o mediano presupuesto simplemente se han estrellado o pasado desapercibidas frente a los estrenos de las múltiples plataformas de streaming, la modesta producción de los Daniels es una anomalía.
De hecho, en una entrevista con The Wrap, el dúo explicó que su objetivo siempre ha sido crear películas que ellos mismos disfrutarían ver. “Pero algo sucedió y de repente lo que estábamos haciendo se sincronizó con el resto del mundo. Y estamos muy agradecidos porque ningún cineasta puede planear algo así”.
Esa es precisamente la pregunta que muchos nos hacemos hoy: ¿cuál fue el secreto, la fórmula, que hizo funcionar a Todo En todas partes Al mismo tiempo?, ¿cómo lograron los Daniels crear una película que conquistó a público y a crítica en una época en la que la experiencia de ir a un cine está en sus peores días?
Nosotros creemos que la respuesta está en dos cosas: sus directores y la soledad.
La sinceridad de las mentes creativas
La trayectoria de los directores de Todo En todas partes Al mismo tiempo es fascinante.
Cuando se conocieron ambos estudiaban en el Emerson College en Boston, pero realmente no había nada de química entre ellos. Eran polos opuestos. Uno quería participar en todo y el otro era el típico estudiante retraído, que se quedaba en silencio juzgando a los demás.
Durante un campamento de verano de la Academia Fílmica de Nueva York en la que los dos eran asistentes docentes, decidieron casi por accidente grabar un corto juntos. Uno de ellos recién había comprado una nueva cámara y el otro quería probar algunos trucos de After Effects.
Swingers, así se llamó el primer corto que publicaron en Vimeo y que fue un éxito total en la plataforma. Luego de esa experiencia, Daniel Scheinert le pidió a Kwan que lo ayudara a hacer un video musical y ese fue el principio de su carrera como directores.
Todo En todas partes Al mismo tiempo es su segundo largometraje, pero ya tienen más de 12 videos musicales, 8 cortos y 6 comerciales en su portafolio de más de 10 años, todos con un mismo punto en común: la creatividad y el desafío a los límites.
Cada una de sus producciones es una exploración. Se caracterizan por hacer efectos especiales de bajo presupuesto y por contar historias raras, que sorprendan, que jueguen con la audiencia.
Durante una entrevista sobre su primera película, Swiss Army Man -la historia de un náufrago que logra salvarse gracias a un cadáver lleno de gases-, los Daniels hablaron de por qué les gustaba hacer cosas bizarras.
Según ellos, “hacemos las cosas locas que hacemos porque queremos hacer películas sinceras, pero la única forma en que las mentes artísticas pueden expresar sinceridad es si la disfrazamos con algo más”.
Hoy en día, esa sinceridad se ha transformado en otra cosa.
A medida que los directores encontraron su propia voz y ganaron confianza, lo bizarro ya no es sólo una forma de hablar de temas profundos de forma indirecta, sino también una forma de generar conexión emocional, de reflejar cómo es nuestra vivencia en el mundo.
Para Daniel Kwan: “constantemente estamos experimentando comedia, tragedia, confusión y enojo, todo al mismo tiempo. Es muy parecido a desplazarse por el feed de tus redes sociales y ver a alguien hablando de alguien que falleció justo al lado de alguien mostrando un video extraño de un gato bailando”.
Somos una generación sobre estimulada, sin tiempo, sin espacio, que pasa de la rabia a la risa en un segundo. En ese sentido, las bizarradas de los Daniels no van tanto sobre lo que pasa, sobre lo que vemos en pantalla, sino sobre cómo fluimos en esas emociones hasta llegar a un punto de aceptación.
Un viaje que claramente no es para todos, pero en el que ellos llevan más de 10 años, siendo totalmente libres en su incompatibilidad y diferencias. Porque si hay algo que haga funcionar a esta dupla, es precisamente lo diferentes que son los dos y lo profundamente conectados que están en sus ganas de crear.
El multiverso de la soledad
Es fácil confundirse con Todo En todas partes Al mismo tiempo. La sinopsis oficial parece sacada de cualquier cómic de Marvel o DC:
Cuando una ruptura interdimensional deshace la realidad, una heroína improbable debe canalizar sus nuevos poderes para luchar contra peligros extraños y desconcertantes de todo el multiverso mientras el destino del mundo pende de un hilo.
Pero la verdad es mucho más simple. Mucho más directa.
Ésta es la historia de Evelyn Quan (interpretada por Michelle Yeoh), una migrante china en Estados Unidos que está frustrada con su vida como dueña de una lavandería y que en medio de esa sensación de agobio está perdiendo la conexión con su esposo Waymond (Ke Huy Quan) y su hija Joy (Stephanie Hsu).
Evelyn recibe la misión de salvar la existencia del multiverso de un ente siniestro conocido como Jobu Tupaki. Sin embargo, primero debe aprender a navegar por los universos alternativos, por más extraños que sean, con la ayuda de una versión alternativa de su esposo Waymond.
Ella es la Evelyn menos destacada de todas sus versiones y precisamente por eso es capaz de conectar con sus otros yo para adquirir de ellas su experiencia, conocimiento y habilidades y así hacer frente a la amenaza que representa Jobu Tupaki.
Cada universo en esta historia es lo que hubiera pasado si Evelyn hubiera tomado otras decisiones en su vida. Si no se hubiera escapado a Estados Unidos con Waymond y se hubiera convertido en una maestra de las artes marciales, en una chef, incluso en la novia de una pianista que toca con sus pies en un mundo en el que los seres humanos tenemos manos de salchicha.
Durante 2 horas y 20 minutos los Daniels nos bombardean, literalmente, con secuencias de acción, flashbacks y diálogos familiares que nos hacen empatizar con Evelyn, con su hija y con su esposo, mientras vemos el efecto devastador de las expectativas sin cumplir, de los sueños rotos y de la soledad.
Todo esto acompañado de coreografías de pelea al más puro estilo de las películas de Jackie Chan y viajes a dimensiones donde las piedras hablan y una dona está a punto de tragarse el mundo.
Es absurdo. Agotador. Desagradable, incluso. Pero los Daniels no te dan respiro. No te dan tiempo a procesar lo que estás viendo. Si hay una razón por la que Todo En todas partes Al mismo tiempo funciona es porque la cinta no te da tiempo de pensar.
La película fluye de emoción en emoción, hasta llevarte a un climax en el que muchos, yo incluido, no tuvimos otro remedio más que reconocernos en la historia de esa mujer que está perdiendo lo más valioso de su universo, por vivir en la fantasía de las probabilidades, en la pregunta de que hubiera pasado si.
Al esconder en secuencias bizarras, un mensaje humanista sobre la aceptación y sobre la importancia de comunicarnos y liberar a los demás de nuestras propias y absurdas expectativas, lo que logran los Daniels es crear una catarsis, que no te golpea por lo que plantea el guión, sino por el viaje.
Todo En todas partes Al mismo tiempo es una película de nuestra época, que responde a lo adormecidas o sobre moduladas que están nuestras emociones por las redes sociales y sus algoritmos, que sabe que perdimos nuestra capacidad de atención, que necesitamos estímulos constantemente, y que nos da un final que nos devuelve la importancia de la pausa y de vivir el momento.
Mientras que la pandemia nos puso frente a frente a la muerte, nos recordó nuestra vulnerabilidad y lo frágiles de nuestros planes y cálculos, nos puso a pensar en la soledad, en lo difícil que es comunicarnos, en lo difícil que es a veces simplemente convivir, la película de los Daniels nos recuerda que no hay problema suficientemente grande para que nuestra vida llegue a su final. Que una cosa es morir, y otra cosa es que el miedo y la soledad te entierren en vida.
Por eso funciona. No para todos, pero sí para muchos.
¿Quieres ver esta y otras películas ganadoras? Te decimos dónde encontrarlas.
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