Cuando la encontraron ella estaba llorando cerca del río, por allá en uno de esos tantos lugares que suenan en Colombia solo cuando hay una tragedia, esta vez era en Pueblo Rico, Risaralda. La niña aún temblaba porque hacía poco había sido violada por seis hombres del ejército de su país.
Perteneciente a la comunidad indígena Embera, con menos de 15 años, ella vivió el 21 de junio de 2020 uno de los momentos más lamentables que puede experimentar cualquier ser humano. La niña despertó la indignación nacional y se convirtió en un símbolo más de lucha en contra de este tipo de abusos que no pueden tener un menor calificativo que bestiales.
Casos que no son una excepción en Colombia, al contrario, son una constante que persigue la realidad de los habitantes. Según cifras oficiales, tan solo del 25 de marzo al 23 de junio de este año más de 2900 niños han sido víctimas de violencia sexual.
Muchos de estos VIOLADORES -así con letras mayúsculas, porque a las cosas se les llama por su nombre– no pasan ni siquiera por un juzgado. Cientos de casos se quedan archivados y en espera de condenas ejemplares.
Un caso parecido sucedió en España. Ocurrió en la madrugada del 7 de julio de 2016, en las Fiestas de San Fermín, en el que una mujer de 18 años fue violada por un grupo de cinco hombres, entre los que se encontraban un guardia civil y un militar.
Los hombres denominados como “la manada” por tener un grupo de Whatsapp con este nombre, grabaron una serie de videos, tomaron un par de fotografías y compartieron en su chat con orgullo el momento de la violación de la chica. El hecho causó una gran movilización y conmoción en el país.
Pues bien, de esto va “La jauría”. Si bien esta es una serie de ficción que se basa en el caso de “La manada”, también cabe anotar que esta serie remarca la realidad de muchas mujeres que han pasado por este tipo de situaciones.
Vamos por partes. La serie que pueden encontrar en Amazon Prime Video se estrenó mundialmente el 10 de julio de 2020 y nos cuenta la historia de la desaparición de una menor de 17 años, Blanca, quien lideraba el movimiento feminista de su colegio Santa Inés. Al desaparecer comienza una intensa búsqueda policiaca que va destapando frenéticamente una serie de abusos contra las mujeres.
Aunque el tema central es la desaparición, violación masiva y grabación de los hechos contra Blanca – interpretada por Antonia Giesen-, también vemos una serie de eventos que trabaja en temas delicados que levantan ampolla y que generan controversia.
El aborto, el voyerismo, la intimidación a través del poder, los excesos y delitos de la iglesia, el tráfico de niños y, entre otros, el abuso físico y mental por parte de los entes de poder, familiares, amigos o parejas de las mujeres que protagonizan esta historia son elementos que resaltan constantemente a lo largo de la serie.
En un interesante equilibrio “La jauría”, creada por Lucía Puenzo, Paula Del Fierro Leonel D’Agostino y Enrique Videla, nos presenta no solo un thriller de crimen, suspenso y drama, sino una historia frenética de lucha, escrita bajo la luz de las recordadas manifestaciones multitudinarias en diferentes países que traían consigo la consigna “Ni una menos”.
“La jauría” no es una historia de víctimas y de mujeres que buscan ser rescatadas. No. Esta es una historia de sobrevivientes, de valientes, de empatía.
Este drama intenso de 8 capítulos, con poco menos de una hora de duración cada uno, logra atrapar a cualquiera que lo vea, cada episodio hay que escudriñar en la narración, hay que desenmarañar una serie de sucesos a través de la prueba constante de ponerse en los zapatos de otra persona, hay que analizar cada uno de los seres humanos que protagonizan la historia.
Casi que el televidente se convierte también en un detective. Y… hablando de desenmarañar y de detectives y de seguir pistas, el trabajo policial que se representa en la serie es adictivo. Protagonizado por Elisa Murillo (Daniela Vega), Olivia Fernández (Antonia Zegers) y Carla Farías (María Gracia Omegna), las policías-detectives logran mostrarnos esa zona de grises que tiene el ser humano, esas sensibilidades combinadas con oscuros deseos, esos anhelos confusos que bordean los límites entre lo que está bien y lo que no.
Ellas logran transmitirnos las posiciones de la víctima y de las personas que la rodean, pero también escudriñan en los victimarios que comienzan cumpliendo metas en un juego de internet y que terminan envueltos en retos siniestros y en acciones sistemáticas en contra de las mujeres. Un juego que los manipula hasta desarmar cualquier estructura moral que ellos tengan a cambio de “pertenecer” o “ser parte” de algo.
En todo caso, en la segunda temporada que ya fue anunciada, en la cual esperan seguir trabajando con los hermanos Juan de Dios Larraín y Pablo Larraín y su productora Fábula, se espera que el debate mantenga su nivel en tanto que no solo se sigan revelando las diversas formas de condición humana sino que, a través de estos relatos, se puedan dimensionar cómo cambian las estructuras sociales y personales cuando hay de por medio una violación a la integridad humana, sea del tipo que sea.
Seguramente hoy hay muchas mujeres llorando al lado de un río como nuestra niña indígena o muchas ocultando la vergüenza que NO deberían tener, a ellas les recordamos que no están solas y que en el país en el que se encuentren pueden acceder a diferentes centros de atención para denunciar a sus agresores, sea cual sea el abuso que se esté cometiendo en contra de ellas.
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